En este día internacional del cuidado, establecido por la ONU hace tres años, quise escribir sobre un tema esperanzador entre el abandono de las instituciones públicas en México.
Por eso dirijo la mirada hacia los sistemas de cuidados locales con logros concretos y ventajas de cercanía con las poblaciones. Estos sistemas se basan en alianzas formales entre gobiernos municipales o alcaldías, comunidades, instituciones privadas, empresas y organizaciones de la sociedad civil. Los casos de éxito están en Latinoamérica en países como República Dominicana, “Comunidades de Cuidado”; Costa Rica, “Cuidados de Larga Duración”; Uruguay, “Sistema Integrado”; Colombia “Distritos del Cuidado” y Brasil con ”Ver-o-cuidado”.
Las municipalidades o distritos de ciudades latinoamericanas en estos países han apostado por los modelos colaborativos de inversión público-privada, acompañamiento para la capacitación de personal de servicios públicos de cuidados por parte de organizaciones sociales que reciben financiamiento internacional y transparencia en la aplicación de presupuestos explícitamente etiquetados para los cuidados. Asimismo, los presupuestos locales se planifican para enlazar programas de salud, educación en la infancia, autonomía de las personas adultas mayores, educación para la igualdad de género y mejoras del entorno urbano.
Aunque la palabra “sistema” suene muy académica o burocrática, en los casos de las municipalidades y alcaldías con éxito en la implementación de sus sistemas de cuidados en la región, la palabra se traduce en capacidades de los gobiernos de coordinar esfuerzos por medio de buenos equipos de trabajo operativo, cabildeo para lograr posicionar la agenda de cuidados en la distribución presupuestal y alianzas estratégicas con quienes se benefician del uso del espacio público y de la transformación de las ciudades.
Porque el territorio es un espacio común para la diversidad de actores, por lo que pueden proveer de recursos financieros y tejer redes para la provisión de cuidados frente a necesidades focalizadas, muy conocidas por parte de quienes habitan las ciudades con su propia experiencia. Las ventajas de los gobiernos locales en la comprensión de la cultura y las prácticas sociales en el territorio, en la identificación de liderazgos comunitarios y en la comunicación cara a cara entre funcionarios y ciudadanía es un soporte que integra los esfuerzos para una oferta de servicios e infraestructuras del cuidado con un profundo conocimiento de la demanda.
Para que los sistemas de cuidados locales funcionen, por ejemplo, en las alcaldías de la Ciudad de México, es necesaria una fuerte capacidad técnica y de gestión de los recursos públicos por parte de estos gobiernos. También deben ser capaces de dialogar permanentemente con la ciudadanía si de verdad gobiernan de manera transparente y abierta, no solo a través de las figuras de representación ciudadana como los concejales o las Comisiones de Participación Comunitaria, sino con los liderazgos comunitarios.
Otras redes que pueden ayudar a constituir los sistemas locales de cuidado en la CDMX son las organizaciones de la sociedad civil sin fines de lucro que diseñan, implementan y evalúan modelos de atención para el cuidado de poblaciones vulnerables que generalmente quedan al margen de los programas públicos que están “estandarizados” desde la centralidad del gobierno de la capital. Los gobiernos locales en la Ciudad de México que saben hacer estas alianzas son beneficiados por las experiencias técnicas y operativas que tienen mejores estándares de calidad y compromiso de los que suelen tener las burocracias de las alcaldías. No obstante, deben tener apertura para aprender y compartir los beneficios entre las poblaciones y los operadores de programas.
Por supuesto que las alcaldías que van por la ruta de mayor cercanía con sus vecinos, población flotante y sector empresarial con compromiso social, no tienen nada fácil la tarea de establecer sus mesas de planeación para sus agendas de cuidados. Iniciativas como los consultorios comunitarios, las estancias infantiles, las casas del adulto mayor, los comedores comunitarios, los espacios para juventudes diversas, entre otras, quedan como acciones aisladas dentro de los propios criterios burocráticos de las alcaldías o aplastadas por la aplanadora de los proyectos hegemónicos del gobierno de la CDMX, impulsados sin rendición de cuentas sobre su costo, sin modelos de mitigación de su impacto urbano y ambiental. Sin embargo estos riesgos pueden disminuir con la participación activa de las comunidades que demandan, defienden, valoran y organizan los servicios e infraestructuras del cuidado, para que estos sean adecuados, suficientes, accesibles y cercanos.
Los sistemas de cuidados locales en la CDMX tienen amplias posibilidades de constituirse y funcionar si apuestan por fortalecer sus capacidades de interlocución con quienes habitan el territorio a través de distintas plataformas tecnológicas que van desde las cartografías colaborativas de cuidados, hasta las ventanillas virtuales de atención prioritaria.
El monitoreo ciudadano del ejercicio presupuestal es otra área de oportunidad para la implementación de los sistemas de cuidados en las alcaldías, ya que hay mayores posibilidades de que la aplicación de recursos sea visible a través de la evaluación de la cobertura y la calidad de los servicios que prestan estos gobiernos.
Por último, vale la pena recordar que los apoyos sociales no son lo mismo que cuidados. Para que las becas tengan un impacto en la recomposición de la carga de cuidados en un hogar, -la cual está en mayor medida en las mujeres y adolescentes-, hace falta algo más que recibir dinero. Las alcaldías pueden ayudar a la redistribución de la carga de trabajo a partir de sus experiencias de colaboración con liderazgos en las colonias, en las empresas, en los pequeños negocios o bien, con el acercamiento a los hombres que cuidan a otras personas para mirarse por dentro, desde sus propias condiciones laborales, como servicio público.
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