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Experiencias concretas hacia una "Sociedad del Cuidado"

Los foros institucionales de México, en donde se habla de la "Sociedad del Cuidado", resulta difícil evitar verlos como una caja cerrada en la cual se establece un monólogo del gobierno federal. Porque fuera de esa caja, el contraste es abrumador para quienes somos personas cuidadoras con conciencia de sí y para sí, es decir, con conciencia de que somos cuidadoras y de que creamos valor social y económico. 






En nuestro país, la creciente deserción escolar de la población adolescente, la calificación que las infancias dan a las escuelas como espacios “no seguros”, así como la ineficacia del sistema público de salud colapsado por la demanda de cobertura y calidad, hacen que escuche con escepticismo las palabras de las personas servidoras públicas cuando hablan de la “sociedad del cuidado” sin darnos ejemplos concretos de buenas prácticas con impacto evidente desde sus facultades y funciones. 


No encuentro integración de las necesidades del cuidado para los hogares más pobres y una política pública en donde se involucre de manera transparente a los actores no gubernamentales y al sector privado. Tampoco encuentro innovación de contenido social y alguna propuesta distinta  que no se circunscriba a la distribución de ayudas económicas en distintos programas de becas que han dejado de evaluarse de manera autónoma. 


Las respuestas que espero como persona cuidadora y profesionista, no están en los foros gubernamentales. Las respuestas a la pregunta ¿cómo caminar hacia una sociedad del cuidado? están en las iniciativas comunitarias y en las iniciativas empresariales. En mi vida profesional he visto que las alianzas público-privadas son efectivas con una buena conducción de proyectos focalizados en necesidades específicas y esto es lo que responde, en la práctica,  a las demandas cotidianas que se requieren para cuidar. En estas alianzas los gobiernos federal y locales solo deben tener un papel integrador de los esfuerzos a través de reglas claras de colaboración para garantizar transparencia, inclusión social y confianza de que habrá un beneficio concreto. 


Quiero contar en este espacio un ejemplo. Hace algunos años, en una comunidad al poniente de la Ciudad de México, en los límites con el Estado de México, como servidora pública tuve a mi cargo integrar las esfuerzos del gobierno local con las empresas trascendentes como Bimbo, que tienen inversiones y operaciones en esas localidades. Paralelamente, era necesario contar con diálogos abiertos y confiables con este tipo de empresas a través de organizaciones filantrópicas, como los rotarios. 


A esta colaboración tripartita la impulsó un objetivo común, que fue encontrar a las personas que realmente necesitaran servicios médicos de alta especialidad como los que ofrecía un grupo de médicos del Hospital ABC, una institución con una clara responsabilidad social. El papel del gobierno local en donde colaboré era muy claro desde mi entendimiento: articular los esfuerzos de los actores públicos, privados y filantrópicos para desarrollar un proyecto de beneficio social para las infancias con labio y paladar hendido y a sus personas cuidadoras, las cuales, están expuestas a riesgos económicos, físicos y psicosociales. El papel de aquel gobierno fue localizar a esa población objetivo con un buen conocimiento del territorio, es decir, identificar los perfiles poblacionales que no tenían acceso a servicios de salud a la altura de sus requerimientos y crear cercanía en comunicación cara a cara con las familias sin que intermediara una afiliación partidista, pues el rol de los gobiernos es replicar los beneficios de estas alianzas sin distinción política y, con ello, generar confianza de que en un proyecto como este no había sesgos. 


En aquel entonces, el tema y los análisis sobre la sociedad del cuidado era poco conocido y se limitaba al conocimiento académico de algunos grupos feministas, principalmente economistas.  Sin embargo, de manera cercana a las teorías, caminamos al ritmo de las necesidades de la población quienes no podían pagar servicios privados de alta especialidad que atiendan operaciones como las que se requieren para mejorar la calidad de vida de las infancias con labio y paladar hendido. Esto implicó conocer las condiciones de vida de las familias con un delicado acercamiento con ellas y este acercamiento fue guiado por una ética del cuidado la cual implica respeto. Esto último va más allá de hacer mapas o recopilar datos estadísticos. Es un trabajo de recorridos a pie que valió la pena hacer con los donantes y otros grupos interesados en apoyar la financiación de las 60 operaciones que se realizaron en instalaciones que prestaron autoridades del sector público, al que también nos tocó convencer para poder ganar-ganar en nuestro propósito común. 


Tuve varias lecciones al conducir este proyecto. Para este espacio quiero quedarme con la necesidad de no soltar lo indispensable que es la cercanía de los servicios de atención en salud para las personas cuidadas y cuidadoras en barrios y colonias con escasa cobertura y riesgos en el entorno urbano, como la inseguridad. Además de un fortalecimiento de las capacidades institucionales de los gobiernos para ofrecer opciones de servicios de salud de atención primaria de calidad en las localidades que pueden tener importante participación del sector empresarial sin que esto signifique “mercantilizar el cuidado” de las infancias y adolescencias. 


Este fortalecimiento institucional requiere orden al interior de las oficinas de gobierno y una profesionalización en movilización de recursos, ya que las empresas y las organizaciones filantrópicas dominan la materia, pero también cuentan con  responsabilidades legales y administrativas cada vez más complejas. Los entramados de la gestión pública deben generar confianza para la colaboración mutua. Las medidas para la transparencia acordadas en las alianzas público-privadas motivan que sus beneficios, como en el caso de “Objetivo Sonrisa” en Azcapotzalco, hayan escalado a otros territorios de la Ciudad de México con impacto visible en las infancias y sus personas cuidadoras. Esta es una forma de dar pasos firmes hacia la "Sociedad del Cuidado" de la que tanto se habla en estos días. 






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